Ese día les dio a los gorriones
por llorar de escalera y manicomio
entre nubes de lluvia y estramonio.
Se le olvidó abrocharse los botones.
Me hipnotizó ese limbo blanquecino
entre aquellos bamboleantes copos
de nieve que sudaban cada poro
de mis manos y mi cuerpo mezquino.
En su lecho perdimos la cordura
y como una pareja de hecho
me trajo un desayuno a la cuna,
y de su pecho brotó un verde helecho
que me asustó y volví a mi sucia cama
y a levantarme con el pie derecho.
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